Presentamos dos textos de Juan Lizárraga en los cuales se hace referencia al piloto mexicano.
1. VOY A CANTAR UN CORRIDO, SIN AGRAVIO Y SIN DISGUSTO
NOROESTE-Mazatlán, a 20 de marzo de 1985.
Con permiso de “El Gallo” de San Juan”, de los campesinos y de los jóvenes “pizcadores de manzana”, Alfredo Zavala Avelar es más admirable que aquel gallo cuyo corrido no deja de escucharse en las radiolas y entre los músicos de las cantinas.
Alfredo Zavala Avelar es el piloto de la SARH que fue ultimado por la mafia junto con el agente gringo Enrique Camarena, aunque los gimoteos y el enojo de los americanos y el susto y la congoja que con ellos han metido al gobierno nuestro nos han hecho que incluso se nos olvide que también aquí murió un compatriota.
Casi se puede pensar que a quien querían asesinar los narcos era a Alfredo Zavala Aguilar, pues fue él quien detectó aquel plantío gigantesco en Chihuahua y Camarena recibió la información del piloto mexicano.
En 1927 nació Zavala Avelar. Cumpliría 58 años el 14 de mayo. Realizó diversos estudios sobre paracaidismo y posteriormente estudió para piloto. Por algún tiempo estuvo en Mazaltán. Al retirarse del ejército y de la vida policiaca, trabajó como piloto para la SARH y así conoció palmo a palmo a la República Mexicana. Vio que las tierras se destinaban para el cultivo de estupefacientes y lo denunció a las autoridades mexicanas, pero la ya sabida y denunciada complicidad entre éstas y los narcotraficantes lo llevó a dar su información a los Estados Unidos. Camarena no era más que recepcionista de información.
Y sacrificó su vida en el combate contra el narcotráfico, por humanismo, por heroísmo.
Fue un héroe y jamás el embajador mexicano lo ha mencionado como tal, como quien pereció por ayudar al exterminio de ese cáncer que nos legó Estados Unidos y del que ahora nos quieren culpar.
Zavala Aguilar fue un auténtico héroe que merece, en homenaje, algo más que un corrido y que el olvido en que se le ha sumido por la prepotencia de ese John Gavin.
2. DOS OPCIONES | Juan Lizárraga Tisnado
NOROESTE-Mazatlán, a 7 de marzo de 1985.

El escándalo armado por Estados Unidos a raíz de secuestro y muerte de su agente de narcóticos, Enrique Camarena Salazar, ha opacado el hecho de que también fue secuestrado y muerto, junto con él, el piloto de la SARH, Alfredo Zavala Avelar, efectivo elemento que se distinguió por ser quien detectó el contrabando inmenso de Chihuahua y quien informaba al propio Camarena del movimiento del narcotráfico.
El “susto” que el gobierno estadounidense ha dado al nuestro, al que ha obligado a declarar la guerra abierta contra el narcotráfico, no ha permitido, mucho menos, que se honre la memoria del piloto desaparecido que se atrevió a retar a la poderosa hampa internacional.
Pagó, Zavala Avelar, con la misma moneda con que lo han hecho quienes adoptan la segunda opción que brinda la mafia: retarla, que es sinónimo de destrucción moral y física. La primera es comodidad surgida de la complicidad y la indiferencia.
Roberto Martínez Montenegro, quien cayó en la segunda opción en su rol de periodista, la concretizaba así:
“Por complicidad, indiferencia, sea por temor, por conveniencia o simplemente por ‘comodidad’, gran sector de la población sinaloense ha caído en una silenciosa indiferencia que le permite admitir que hombres, niños y mujeres mueran bajo las balas asesinas en las calles. Poderosas influencias políticas, aunadas a presiones violentas, dádivas económicas, convirtieron en tabú para los medios de difusión, el tema del narcotráfico”.
Sigue: “El temor implantado y la corrupción llegaron a más allá y cuando algún funcionario intentaba honestamente avocarse al problema, era prontamente atajado con un alud de informaciones dolosas que llevaban el objetivo principal de disciplinarlo o de que fuera cesado y con presiones de todo tipo ocasionar la destrucción física o moral de quien ha osado enfrentárseles desde las columnas de un periódico o desde la trinchera de cualquier medio de difusión masiva”.
Estamos en aquellos tiempos. Volvimos y sólo hay dos opciones.
