Por Arcadio Madera Sarmiento

Nací en el Rancho El Sabino, cerquita de Huejuquilla, el 22 de noviembre de 1949. Mis padres fueron campesinos, así que mi contacto con todo lo relacionado con el campo fue a muy temprana edad.
A los dos años fui víctima de la poliomielitis, quedando con secuelas muy marcadas en una de mis piernas, razón por la cual desde muy joven me fue imposible continuar con el arado y llegó el momento, a la edad de 19 años, de ausentarme de mi querido pueblo y dejar a mis padres y hermanos. Mi primer destino fue Mazatlán, Sinaloa, donde radicaba mi tía Ángela, que en paz descanse.
Todos los recuerdos de mi tierra los llevé siempre conmigo como único equipaje, guardados en el fondo de mi alma, para que emergieran en el momento de mi soledad y de mis sueños.
En el puerto sinaloense encontré trabajo, el cual me permitió estudiar en una escuela para trabajadores donde terminé la primaria e hice la secundaria. Luego de dos ciclos que dejé de estudiar, reinicié y terminé la preparatoria para ingresar a la Escuela Superior de Agricultura, donde me recibí de ingeniero agrónomo en 1982.
Cada vez que visitaba mi querido Huejuquilla, compraba y leía con avidez Mi Pueblo y fui anidando el anhelo de que algún día pudiera escribir en él. El periódico Noroeste de Mazatlán me publicó algo el 2 de febrero de 2004, dándole un buen espacio, más de lo esperado.
Hoy que me encuentro de nuevo viviendo en Huejuquilla, aprovecho la oportunidad que nos brinda el periódico Mi Pueblo para expresar nuestros pensamientos y opiniones, libre y llanamente. Yo quiero decirles que al conocer más sobre mi pueblo, conozco más sobre mí mismo.
Dedico este sencillo panorama de Huejuquilla a mis queridos padres, hermanos, familiares y paisanos, así como a mi esposa Silvia y a mis hijas Tania, Edith y Elizabeth.
Huejuquilla el Alto querido, Huejuquilla el Alto adorado… dice la letra de un corrido dedicado a este pueblo pintoresco del norte de Jalisco, que se encuentra ubicado hacia el centro del occidente del país, en los límites con los estados de Zacatecas y Durango, a un paso de iniciar las cordilleras de la majestuosa Sierra Madre Occidental.

Este corrido es considerado el himno de los nativos de este lugar y lo compuso el señor Elidio Pacheco.
Huejuquilla proviene del diminutivo del vocablo indígena Huexutla, nombre primitivo (Huexuquillan) que se genera del náhuatl y significa “lugar de sauces”, que se traduce “en los sauces de la sauceda”.
Los primeros pobladores de esta región fueron indígenas coras y huicholes. Hasta antes de la llegada de los españoles, esta zona estuvo sujeta al señorío de Colotlán, es decir, al tlatoanazgo (una especie de cacicazgo). Su conquista data de 1548, cuando se fundó Zacatecas por Cristóbal de Oñate.
La fundación de Huejuquilla el Alto, Jalisco, la realizaron los españoles el 23 de marzo de 1573.
Significa, entonces, que una vez que los indígenas fueron sometidos al yugo español, se da el proceso del mestizaje y en consecuencia, una mezcla de ambas culturas (usos, costumbres y alimentos). El resto de los indígenas que no fueron sometidos o que lograron escapar de la atrocidad española, se remontaron a lo más recóndito de la sierra, formándose algunas comunidades que actualmente conocemos.
En 1825 perteneció al Octavo Cantón de Colotlán, y en febrero de 1833 se le concedió el título de Villa.
En 1861 se erigió como municipio, comprendiendo los pueblos de Mezquitic, Nostic, Tenzompa y La Soledad, con todas sus rancherías.
En 1872 se creó el departamento de Mezquitic, con lo cual se separa de Huejuquilla. Este municipio cuenta con cerros de cierta prominencia, los cuales llevan los nombres de Tenatista, El Fuste, El Salitre, El Pitayo, El Muerto, Margarita y Cero Pelón.
La cabecera, Huejuquilla el Alto, está situada a una altura de 1,700 metros sobre el nivel del mar, con una población de cuatro mil habitantes, aproximadamente.
El municipio es uno de los 1214 que conforman el Estado de Jalisco, con una extensión de 717.26 kilómetros cuadrados y una población cercana a los 10 mil habitantes, distribuidos entre la cabecera y sus 83 comunidades, de las cuales las más importantes son: Tenzompa, San José de Maderas, La Cofradía, Los Ortega, Los Arroyos del Agua, Rancho Colorado, Los Salitras (de Arriba y de Abajo), Jimulco, San Nicolás de Acuña, Mesa de Cristo y Los Mezquites.
El primer presidente municipal fue el señor Andrés de la Torre.
La comida clásica en este lugar es la temachaca que se da en forma natural, así como el té de cuachalata. En los alrededores de este municipio se produce el mejor orégano del mundo. Igualmente, el clima y el suelo reúnen las condiciones óptimas para la producción de azafrán.
El traje típico de este lugar fue la camisa de manta de manga larga, así como el pantalón del mismo material, con ceñidor y sombreo ancho o de sollate. Para las mujeres era la camisa y falda de manta bordada.
En sus inicios, este pueblo fue considerado como un crucero porque convergen en él los caminos de la ex hacienda de San Juan Capistrano y la ex hacienda de San Antonio de Padua, que por cierto, muy a pesar de ser un lugar que encierra un importante legado histórico —con sus característicos conos para almacenar maíz y su poderosa estructura arquitectónica de casa grande—, se encuentra convertida en un muladar, sin que intervenga autoridad alguna para su cuidado y conservación. Existen otros caminos que coinciden con este punto, que son los que vienen de La Mesa de Piedras y La Mesa de Cristo.
Huejuquilla cuenta con comunidades indígenas huicholas, como Tenzompa, comunidad centenaria en donde se encuentra un centro ceremonial en el cual se realizan, todavía, rituales propios de sus creencias.

La gente del municipio de Huejuquilla el Alto —llamado también “Ventana a la Sierra Madre Occidental” por el cronista Antonio Caldera— jugó un papel muy importante en la guerra cristera, guerra que merece capítulo aparte.
Es importante señalar que este municipio, hacia los años 1960-1970, estuvo a punto de desaparecer por considerársele un pueblo abandonado por las autoridades municipales, estatales y federales de aquel entonces, principalmente por disponía de pésimas vías de comunicación. Sus carreteras, que en los mapas oficiales aparecían como pavimentadas, en la realidad, desgraciadamente, era una pura brecha. A esta situación de desamparo se le agregaba el inicio de la gran emigración a los Estados Unidos.
Su agricultura era, básicamente, para el autoconsumo. El campesino sembraba su propio cuamil o buscaba sembrar a medias, tan siquiera para asegurar la tortilla hasta la vuelta del año.
En el pueblo aparecían casas abandonadas, destruyéndose por la soledad.
A partir de los años 1970-1980, hasta la actualidad, dio inicio un progreso paulatino, que inicia con la pavimentación de la carretera Huejuquilla-Fresnillo, misma que permite el florecimiento del comercio y otras actividades, como la agricultura de riego, que emerge con la construcción de la presa de Los Mezquites.
Hoy, los campos de labranza de temporal, en su mayoría, se encuentran erosionados o enyerbados porque las nuevas generaciones no quisieron ya tomar el arado como sus antecesores y sólo cultivan terrenos de riego y con maquinaria, eliminando así las labores de cultivo de la tierra con bueyes y remudas.
Por fin, el progreso se pulsa en mi pueblo Huejuquilla. Se siente que lo que ha llegado a este lugar, seguramente, es producto de la tenacidad de su gente que es trabajadora y se ha sumado a la voluntad de sus autoridades municipales con la sana intención de sacar adelante y solucionar en la medida de sus posibilidades los problemas que se van presentando en este proceso.
En gran medida su economía fuerte proviene de los emigrantes radicados en Estados Unidos, quienes mandan sus dólares a sus familiares para sustentarse, hacer mejoras a la vivienda o construir sus nuevas casas, comprar terrenos o establecer negocios.
Huejuquilla tiene un museo arqueológico muy importante, sobre los antiguos pobladores de El Huistle, un cerro fortaleza que se localiza a unos cuantos kilómetros al poniente de la cabecera municipal, considerado uno de los mejores de la región, el cual da cuenta de la actividad, costumbres, arte, conocimientos y concepción del cosmos, del medio en que se desarrollaban, en fin, de su adelanto como civilización.
Para llega a este pueblo de Huejuquilla El Alto hay diversas rutas de autobuses: Guadalajara-El Teúl Colotlán-Mezqjuitic-Huejuquilla; Zacatecas-Jerez-Huejúcar-Monte Escobedo-Mezquitic-Huejuquilla; Mazatlán-Durango-Fresnillo-Huejuquilla; Tepic-Ruiz-Huejuquilla.
Esta última carretera está en proceso de pavimentación, pero es un gran espectáculo cruzar la increíble serranía huichola.
En este pueblo se producen los mejores quesos del país. El kilo cuesta nada más y nada menos que $150.00 y, apártelo, antes de que se acabe.

La feria anual inicia el 13 de diciembre y termina el 3 de enero, con eventos culturales, charrería, presentación de artistas, deportes y —por supuesto— las “ambarinas” que no han de faltar, y otros menjurjes que le divertirán de lo lindo. La festividad es en honor del Señor Divino Preso, Patrón de Huejuquilla. En Semana Santa se da un espectáculo por las calles, único en el país, al cual se le llama “Judea”. Se trata de una representación mezcla de intervenciones, tradiciones, interpretaciones y sincretismos, donde los chirrionazos se dan en vivo y a todo color. Si usted tiene gustos masoquistas, aquí está una oportunidad para desahogarse plenamente.
Huejuquilla: Yo te adoro y jamás te olvidaré… Huejuquilla, por ti lloraré.
Material consultado: La Cristiada, de Jean Meyer; Enciclopedia Técnica de Jalisco, editada por el Gobierno del Estado y apuntes realizados por personas de este pintoresco pueblo Huexuquillan, y el periódico Mi Pueblo, así como la Biblioteca Pública Elidio Pacheco, de este lugar.
Publicado originalmente en el periódico Mi Pueblo en 2004.