Se inaugura el Hospital Civil de Mazatlán entre las calles Zaragoza, Morelos, Hidalgo y Carvajal. Hace 145 años

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  • Se inauguró el 12 de marzo de 1876. Funcionó en el lugar hasta que se cambió a Zaragoza y Claussen.

Por Oses Cole. Las Viejas Calles de Mazatlán

Terminado nuestro descenso y siempre con rumbo al norte, llegamos a lo que fue una amplia manzana formada en ese entonces por las calles Rosales, Zaragoza, Morelos, Hidalgo y Martiniano Carvajal. En ella se construyó el Hospital Civil de la ciudad, proyectada y dirigida la obra por el ingeniero Andrés L. Tapia, que se inauguró el 12 de Marzo de 1876. Para su construcción se expropiaron en 1874 terrenos con una superficie total de 13,422.69 metros cuadrados, que pertenecían a Ignacio Luna, Manuel Mallén, Isabel Villanueva, Francisco Miranda y Castro, Refugio Rivera, Crescencia de la Peña, Miguel Salcido, en representación de los menores Osuna, e Ignacio Reyna.

El Hospital funcionó en el lugar hasta mediados de la década de 1940, cuando se mudó al que estuvo situado frente al Paseo Claussen, en la desembocadura de la calle Zaragoza, cuya construcción nunca se terminó. Todavía pueden verse en esta calle, entre las de Morelos y Zaragoza, restos de algunas de las anchas paredes de lo que fue este hospital.

Una nota publicada por El Correo de la Tarde en Febrero de 1890 relativa a este hospital fue motivo de la proposición que presentó al Cabildo el presidente municipal como comisionado de hospital, Jesús Escovar, en 8 de Febrero del año citado, en la que exponía: La 1ª. Comisión de Hospital que suscribe ha visto en el Correo de la Tarde, no. 1,406, periódico que se publica en esta Ciudad,  el párrafo de un artículo que bajo el nombre de ‘Crónica’ registra el citado periódico, y en el que, después de referirse al buen éxito que se obtuvo en la función de teatro dada últimamente a beneficio del Hospital Civil de este Puerto, y al crédito de que goza este establecimiento, tanto en el Estado como fuera de él, crédito que acarrea aumento de enfermos, agrega el articulista lo siguiente: ‘No faltan, sin embargo, mumurillos de que todo no marcha como debiera; hay quejas que el público conoce sobre la escasez del alimento y otras que para los experimentados no son sino la natural expresión del convaleciente para quien toda comida es poca, o del displicente hepático, para quien todo es poco y malo. Sin embargo, establecimiento tan bien montado debería ser como la mujer de César, ‘sobre toda sospecha’ y sería de muy buen efecto que el Ayuntamiento nombrase una comisión de ambos sexos, de vecinos de Mazatlán, que visitaran el Hospital y dieran su informe. Publicado éste cesarían los rumores, si son hablillas, o se consolidarían en queja formal que recibiría la atención debida de quien dé derecho.’ Como se ve por el párrafo copiado, el articulista, a pesar de confesar que el Hospital Civil es un establecimiento bien montado, se hace eco de los rumores que han llegado a su noticia, y es bien seguro que esas hablillas, cualquiera que sea su origen y naturaleza, pueden poner en tela de juicio el buen nombre del establecimiento y la rectitud con que siempre ha procedido la comisión que firma.

“Amante del cumplimiento de mi deber hasta donde me lo permiten mis facultades, y convencido porque no me ciega ninguna vanidad, de que bien pueden haberse escapado a mi vigilancia algunos defectos o males que quizá no se escapen a la penetración de personas más entendidas, y anhelando procurar que los esfuerzos de la prensa den los resultados que ella se propone, cuando sus indicaciones son razonadas, he creído mi deber, el dar acogida al pensamiento del Correo de la Tarde, seguro de que al ponerlo en ejecución, la verdad saldrá de manifiesto y el público podrá juzgar acerca de los rumores referidos.

“La comisión tiene la creencia de que la suma anual que se emplea en el sostenimiento de ese plantel, ha sido más que religiosamente invertida en sus varios objetos, tanto por los médicos facultativos que están al frente de él como por los encargados de su administración; pero repito que considero mi deber consultar el nombramiento de una comisión especial que venga o no a corroborar lo expuesto para tranquilizar las dudas que naturalmente han surgido en mi ánimo.

“En tal virtud, suplico a ese H. Ayuntamiento, que con dispensa de trámite se sirva aprobar las siguientes proposiciones:

“Primera. Nómbrese por el H. Ayuntamiento una comisión compuesta de cuatro señoras y cuatro señores, para que en unión del comisionado y de los señores médicos Director y Subdirector del Hospital, pasen en los días que se acuerden por la comisión a hacer las visitas a que se contrae este dictamen, a fin de que una vez formada su opinión se sirvan comunicarla por escrito al Ayuntamiento.

“Segunda. Publíquese en su oportunidad en el Correo de la Tarde todo lo concerniente a este negocio, para conocimiento del público.”

El Cabildo aprobó la proposición de Escovar y nombró para integrar la comisión de referencia a las señoras Plácida Echeguren, Sabina Machado de Reynaud, Leticia H. de O’Ryan y Carlota V. de Almada y a los señores Guillermo Haas, Joaquín Redo, Guillermo Sowerbutts y licenciado Carlos F. Galán.

En Septiembre 2 de 1890 se comunicó al Cabildo de la terminación “de los cuartos que para locos se construyeron en el Hospital Municipal”, cuyo costo ascendió a $1,821.30, y en la misma sesión se autorizó a la comisión de Hacienda para que agenciara, hasta con el interés de 1% mensual, la suma de $1,696 que se requería a fin de colocar en cada uno de los departamentos del hospital, “comunes ingleses con sus respectivos depósitos de agua.” Con seguridad que estos sanitarios fueron de los primeros en su tipo en Mazatlán, ya que el agua entubada acababa de ser introducida a la ciudad.

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