Cárdenas y Calles, pareja indisoluble | Sealtiel Alatriste

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  • 19 de octubre: El calendario cívico registra una delas fechas significativas de nuestra historia: en 1945 muere Plutarco Elías Calles, presidente de 1924 a 1928 y fundador delPartido Nacional Revolucionario; y en 1 970 fallece Lázaro Cárdenas, presidente de 1934a 1940, quien se encargó de despojar a Calles del poder que había alcanzado en el periodo conocido como El Maximato.

No cabe duda que hay coincidencias más que re veladoras: si alguien hubiera querido resaltar la indisoluble liga que mantuvieron Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas en vida, difícilmente habría encontrado una mejor forma que hacerlos morir en la misma fecha, aunque con veinticinco años de diferencia.

Ambos son los gestores del final del periodo revolucionario, los creadores de la moderna política mexicana, pero también, quienes instituyeron los peores vicios del sistema político que, desgraciadamente, rigió a México por setenta años.

Plutarco Elías Calles llegó a la presidencia cuando el triunvirato virtual que había formado con Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón le cedió el poder. Sus compinches le habían precedido en el poder, y en la presidencia del primero ocupó la cartera de Guerra y Marina, y en la del segundo la de Gobernación. Cuando le tocó con suerte gobernar, asociado con Obregón, combatió y derrotó a la rebelión delahuertista, con lo que don Adolfo pasó a retiro forzoso, dando lugar a otra de las grandes traiciones de nuestro movimiento revolucionario.

Fueron muchas las cosas que Calles h izo como presidente, desde la creación de la Comisión Nacional Bancaria, la expedición de la ley de pensiones, hasta la construcción de la carretera México-Puebla. Sin embargo, lo más importante de su gestión fue la reforma de la Constitución para que Obregón pudiera volver a la presidencia. Fue a la postre, una de sus muchas jugadas maestras, pues habiendo ganado las elecciones, don Álvaro murió del balazo que en La Bombilla le dio José de León Toral, dejando al país sin cabeza legal, lo que favoreció las ambiciones del general Calles.

Tres presidentes siguieron en línea para obedecer sus órdenes —Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez— quienes de 1928 a 1934 gobernaron a la sombra del Jefe Máximo. En este lapso, Calles, que así era conocido por el populacho, llevó a cabo otra de las jugadas maestras que definiría el poder en México: el 4 de marzo de 1929 creó el Partido Nacional Revolucionario, PNR, destinado a regir con diferentes nombres y por setenta años el destino de la Nación.

Portes Gil, entonces presidente interino, lo ayudó a dar fuerza al que desde el principio fue conocido como Partido Oficial. Su primer candidato fue Pascual Ortiz Rubio, quien llegó a la presidencia gracias a un fraude electoral, el primero de la larga lista que mantendría al Partido Oficial en el poder, arrebatándole el triunfo a José Vasconcelos. El ex secretario de educación don Álvaro Obregón había sido candidato del Partido Nacional Antirreeleccionista y nada pudo hacer para evitar que lo despojaran de la presidencia.

La mesa del futuro político nacional estaba servida. Calles había concebido el PNR como un instrumento para canalizar la lucha caudillista: a partir de su creación habría que abandonar las armas, la asonada y la insurrección, para dar juego a los intereses políticos de cada quien.

A la luz de los hechos que vinieron se podría decir que fue un visionario, pues descubrió en los políticos revolucionarios una capacidad innata para la traición. ¿Para qué se iban a matar los unos a los otros si bastaba con traicionarse? La muerte política, digámoslo así, era suficiente. Seguramente mantenía viva la imagen del general Serrano, a quien había asesinado junto con Obregón para que abandonara sus aspiraciones políticas. Se dice que después de que acribillaron a Serrano, Obregón llegó al lugar del crimen, levantó por los pelos la cabeza de su antiguo compadre, y como era su cumpleaños se limitó a decirle: “Tu cuelga Pancho”, y soltó la cabeza que se estrelló sobre la mesa donde estaba tendido el cadáver.

Aquel debía ser el último asesinato de la Revolución, supongo que pensó Calles, que lo que México necesitaba era un partido político. No deja de ser curioso que el viejo PNR, que después se volvería el PRI, fuera creado para evitar la masacre de sus líderes y no por los ideales de unos hombres que “buscaban lo mejor para el país”.

Cuando se aproximaban las elecciones de 1934, la eficacia del Partido Oficial se puso a prueba: los caudillostendrían que enseñar sus habilidades políticas, y el Jefe Máximo demostrar que todavía era Máximo. Las cosas salieron a pedir de boca. Lázaro Cárdenas derrotó a sus contrincantes, Manuel Pérez Treviño y Carlos Riva Palacio, y Calles perfiló la más grande de sus tradiciones políticas: el dedazo, ungiendo la candidatura de su elegido.

Se ha dicho que si Diógenes buscara con su lámpara un hombre honesto entre los presidentes mexicanos, la tendría muy difícil, y acaso sólo encontraría dos: Benito Juárez y Lázaro Cárdenas. Puede ser verdad. No vale la pena indagar aquí en la vida de don Benito, pero es cierto que fama de hombre honesto y radical fue el sello que definió a Lázaro Cárdenas.

Durante su mandato, el primero de seis años en la historia del Pa rtido Oficial, México se hizo de las grandes instituciones que le permitieron progresar. No sólo se expropió el petróleo, haciendo viable la economía al dar titularidad al Estado de las fuentes energéticas, sino que se vigorizaron las leyes e instrumentos de toda índole que permitieron consolidar la paz.

El mayor peligro que Cárdenas enfrentó, sin embargo, fue la presencia ominosa del Jefe Máximo, quien había visto en él un títere más en la cadena de políticos que le permitirían seguir gobernando a la sombra. Si Calles había confiado en el joven Lázaro fue porque pensaba manejarlo como a sus antecesores, pero pagó caro su error. El 19 de abril de 1936, Cárdenas ordenó que don Plutarco Elías Calles fuera deportado a los Estados Unidos.

Su acción, hay que reconocerlo, tuvo un claro inspirador: el mismo Calles. No lo asesinó como había hecho éste junto a Obregón con Serrano, sino que se limitó a exiliarlo para poder gobernar a sus anchas.

A partir de la derrota del Jefe Máximo, Cárdenas tuvo manos libres para contribuir a la historia de México. Durante su mandato, de más está decirlo, la fuerza institucional del Partido Oficial creció hasta pulverizar a la oposición. Después de Cárdenas, fuera el que fuera el nombre del Partido, sus candidatos fueron prácticamente invencibles: si no ganaban las elecciones, las arrebataban con un fraude.

La prueba de fuego de la honestidad del General Cárdenas tuvo lugar cuando eligió sucesor, o para decirlo en la jerga política, cuando ejerció el dedazo y nombró candidato a Manuel Ávila Camacho. No era extraña tal elección, de no haberlo hecho hubiera dado manos libres a su siniestro hermano, don Maximino Ávila Camacho, pero no contaba con que la oposición tendría una gran actuación y tendría que actuar en consecuencia, de tal suerte que en lo electoral las cosas con Lázaro Cárdenas no cambiaron en nada, y el triunfo de Manuel Ávila Camacho frente a Juan Andrew Almazán fue tan fraudulento como todos las anteriores, pero más obvio y violento, quedando claro que la democracia y las elecciones limpias no eran relevantes para el Partido Oficial, pero que el mito y su liturgia de que el Partido Oficial las respetaba seguiría sosteniendo que sí lo eran, y que aquel que se atreviera a cuestionar ese dogma sería aniquilado por la vía de la descalificación, de la fuerza, del embuste o del fraude, según fuera necesario, creando así la peor tradición del viejo PNR: hasta hombres honestos como Lázaro Cárdenas sucumben a la corrupción de mantener al Partido en el poder.

Con el fraude que elevó a Ávila Camacho a la Presidencia, Cárdenas dio vigor a lo que tanto había querido combatir: la ambición del Maximato.

La muerte, que como se sabe es amiga de las bromas, hizo morir a Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas en la misma fecha para signar que para la Historia Oficial son una pareja indisoluble.

FUENTE: Revista de la Universidad de México. https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/5ae30fba-0c1a-4188-b302-dc56da22f7f5/cardenas-y-calles-pareja-indisoluble

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